La presidencia de Jimmy Carter (1977-1981) fue un período marcado por importantes desafíos económicos y políticos. Carter, ex gobernador de Georgia, heredó una economía que luchaba con la estanflación, una rara mezcla de crecimiento económico estancado, alta inflación y aumento del desempleo. Al mismo tiempo, enfrentaba complejas relaciones internacionales, incluida la crisis de los rehenes en Irán y las tensiones con la Unión Soviética. Las políticas y acciones de Carter en estas áreas no solo moldearon su presidencia, sino también la trayectoria más amplia de la economía y la política de los Estados Unidos.
Estanflación y Crisis Energética
Uno de los problemas definitorios de la presidencia de Carter fue la lucha contra la estanflación. La economía de EE. UU. a fines de la década de 1970 enfrentaba lo peor de ambos mundos: alta inflación y lento crecimiento. La inflación aumentó debido a factores como el aumento de los precios del petróleo, exacerbado por el embargo petrolero de 1973 y la crisis energética de 1979, que siguió a la Revolución iraní. El precio del petróleo se cuadruplicó, lo que provocó escasez de gasolina, largas filas en las estaciones de servicio y un aumento vertiginoso de los costos energéticos.
Carter intentó abordar la crisis energética proponiendo la creación del Departamento de Energía, que se estableció en 1977. Su administración introdujo la Ley Nacional de Energía en 1978 para promover la conservación de energía y reducir la dependencia de los EE. UU. del petróleo extranjero. Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para detener la marea inflacionaria, que alcanzó cifras de dos dígitos hacia el final de su mandato.
Carter nombró a Paul Volcker como presidente de la Reserva Federal en 1979. El estricto ajuste monetario de Volcker, destinado a frenar la inflación, implicó aumentar las tasas de interés a niveles récord. Aunque esta política finalmente tuvo éxito en domar la inflación a principios de la década de 1980, contribuyó a una grave recesión durante la presidencia de Carter, con el desempleo alcanzando el 7,8 % en 1980. El equipo económico de Carter luchó por equilibrar el dolor económico a corto plazo con los objetivos a largo plazo de estabilizar los precios, y esto más tarde perseguiría su campaña de reelección.
Uno de los logros notables de Carter fue la desregulación de varias industrias clave, como aerolíneas, transporte por carretera y ferrocarriles. Su administración trabajó para eliminar las barreras burocráticas que sofocaban la competencia, lo que llevó a una mayor eficiencia y precios más bajos para los consumidores. Estos movimientos de desregulación sentaron las bases para mercados más competitivos en los años siguientes.
Luchas Políticas y Fracasos Internacionales
Si bien las dificultades económicas de Carter dominaron los titulares, sus decisiones de política exterior también moldearon la percepción pública de su liderazgo. La firma de los Acuerdos de Camp David en 1978, que condujo a un acuerdo de paz entre Egipto e Israel, sigue siendo uno de los éxitos diplomáticos más significativos de Carter. Este logro le valió elogios internacionales y el Premio Nobel de la Paz, años después de dejar el cargo.
Sin embargo, su presidencia también se vio empañada por la crisis de los rehenes en Irán. En noviembre de 1979, revolucionarios iraníes asaltaron la embajada de los EE. UU. en Teherán, tomando como rehenes a 52 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses. La crisis se prolongó durante 444 días, y la incapacidad de Carter para asegurar su liberación hasta su último día en el cargo dañó gravemente su reputación. Una fallida operación militar de rescate en abril de 1980 solo profundizó la sensación de crisis, contribuyendo a su derrota en las elecciones de 1980 ante Ronald Reagan.
Además, la invasión soviética de Afganistán en diciembre de 1979 marcó un importante revés en la política exterior. Carter respondió boicoteando los Juegos Olímpicos de Verano de 1980 en Moscú y promulgando embargos comerciales, pero estas medidas fueron vistas en gran medida como simbólicas y hicieron poco para alterar la situación.
En el ámbito interno, las dificultades políticas de Carter se vieron agravadas por las divisiones dentro de su propio partido y un Congreso que a menudo no cooperaba. Aunque los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso, Carter luchó por construir fuertes alianzas con los líderes clave del partido. Su enfoque en soluciones políticas técnicas y detalladas—a menudo visto como un estilo de micromanagement—alienó a algunos dentro de su partido, quienes sentían que Carter carecía de la visión y el carisma necesarios para generar un amplio apoyo.
Además, las elecciones de mitad de mandato de 1978 resultaron en pérdidas significativas para el Partido Demócrata, lo que debilitó la capacidad de Carter para hacer aprobar su agenda legislativa. Su impulso para una reforma integral de la salud y una revisión del bienestar no tuvo éxito debido a la oposición tanto de los republicanos como de los miembros de su propio partido que cuestionaron la viabilidad de sus planes.
Éxitos Opacados por Fracasos
Mirando hacia atrás, la presidencia de Carter fue un período de iniciativas audaces y reveses frustrantes. Si bien su administración sentó las bases para reformas económicas a largo plazo, como la desregulación y la promoción de energía alternativa, los resultados inmediatos se vieron opacados por el dolor económico de la estanflación y las repercusiones políticas de la crisis de los rehenes en Irán. El énfasis de Carter en los derechos humanos en la política exterior y su papel en la intermediación de la paz entre Israel y Egipto siguen siendo aspectos destacados de su presidencia.
Sin embargo, su fracaso para abordar de manera efectiva los problemas económicos de la nación y la percepción de debilidad frente a las crisis internacionales llevaron a su abrumadora derrota en las elecciones de 1980. La aplastante victoria de Ronald Reagan fue un claro rechazo al liderazgo de Carter, lo que señaló un cambio hacia políticas económicas más conservadoras y una reafirmación de la fortaleza de los EE. UU. en el escenario mundial.
En retrospectiva, la presidencia de Carter ilustra los desafíos de gobernar en tiempos turbulentos. Su mandato es un recordatorio de que el éxito político y económico a menudo depende de la capacidad para gestionar tanto las presiones internas como las internacionales, manteniendo al mismo tiempo la confianza pública en el liderazgo, un equilibrio que resultó esquivo durante su mandato.